Anyone who's been in church very long, or who's even been presented the Gospel using the "Roman Road" plan, has heard Romans 6:23 -- For the wages of sin is death, but the gift of God is eternal life in Christ Jesus our Lord.
Most of the time, people talk about this verse in the context of final results, of the death of eternal separation from God after this mortal life has come to an end. But in my recent study of Romans, I saw this verse in a new way. Sin's payday isn't just in the far-off future with eternal torment in hell. We start collecting the payment of death as soon as the sin is committed. Stealing causes our honor to die. Sexual immorality causes self-esteem to wither, and healthy relationships to die. Gossip and uncontrolled tempers kill friendships. The seeds we sow don't just produce their fruit when our life is "harvested" by the reaper, death. Sin produces immediate death: death of purpose, death of dreams, death of relationships.
The second half of the verse isn't reserved for the afterlife, either. When we accept God's gracious gift of salvation, purchased by the blood of His Son Jesus Christ on the cross, we don't only get to go to heaven when we die -- we get to start really living now! God is eternal -- with no beginning or ending. Eternal life is the life that comes from Him. It's His life working in us. Sin caused my spirit to die -- to be cut off from God. God's marvelous gift of salvation restored the lifeline, the umbilical cord if you will, and allows God's life to restore life in my spirit. I have been crucified with Christ and I no longer live, but Christ lives in me (Galatians 2:20). Christ, the Eternal One, the Ancient of Days, is living in me! That's eternal life, letting Christ live through me and conform my character to His own.
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Cualquier persona que ha estado en la iglesia por aún el más mínimo tiempo, o ha sido evangelizado con el plan "Camino de Romanos," ha escuchado Romanos 6:23 -- Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.
La mayoría del tiempo, la gente habla de este versículo en el contexto de resultados finales, de la muerte de separación eterna de Dios cuando esta vida mortal se haya acabado. Pero en mis estudios receientes del libro de Romanos, vi este versículo en una nueva luz. El día de pago del pecado no es solamente en un futuro lejano con tortura eterna en el infierno. Empezamos a cobrar el cheque del pecado el momento que se cometa el pecado. Robar hace morir a nuestro honor. Inmoralidad sexual hace marchitar nuestra auto-estima y nuestras relaciones saludables. El chisme y la ira matan amistades. Las semillas que sembramos no solamente producen su fruto cuando "el segador", la muerte, viene a cosechar nuestra vida. El pecado produce muerte inmediata: muerte de propósito, muerte de sueños, muerte de relaciones.
La segunda parte del versículo tampoco se reserva para la vida después de la muerte. Cuando aceptamos el regalo divino de la salvación, comprada por la sangre del Hijo de Dios, Jesucristo, en la cruz, no solamente recibimos una entrada al cielo al morir -- ¡podemos empezar a verdaderamente vivir ahora! Dios es eterno -- sin principio y sin final. Vida eterna es la vida que proviene de El. Es la vida de El trabajando en nosotros. El pecado hizo morir a mi espíritu -- lo cortó de Dios. La dádiva maravillosa de la salvación restauró la línea de vida, el cordón umbilical si quieres decirlo así, y permite que la vida de Dios restaure vida en mi espíritu. He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí (Gálatas 2:20). ¡Cristo, el Eterno, el Anciano de Días, vive en mí! Eso es la vida eterna, dejando que Cristo viva su vida a través de mí y que conforme mi carácter al suyo.